La involución artística

La involución artística - Vicente Panach - AEDYP

La involución artística

La involución artística 1178 600 Dani

1.El No Arte

Queridos amigos y compañeros.

Cada vez más, estoy viendo objetos caros que se venden como obras de arte, y me produce cierta sorpresa, el pensar que se les considere como tal. El estupor que emana de éstas, llamémoslas «producciones» (muchas veces ni si quiera creativas) se pasea libremente entre una sociedad cada vez más idealizada, controlada y estigmatizada, por no hablar de la fractura ideológica que todo esto conlleva. Y esto sucede con las artes plásticas, visuales, la música, el teatro, el cine… y todos los medios de comunicación cultural.

Lo «caro» siempre ha sido un símbolo de poder, pero enaltecer objetos sin un valor real, es tomar el pelo y faltar el respeto a todas aquellas personas que aún conservan su criterio, y a su vez justificar un fraude legal a cara descubierta.

Algo fabricado con las manos es una manufactura, pudiéndose ayudar de las máquinas, pero si además de esto, causa algún tipo de reacción emocional incontrolable, puede que lo podamos llamar «arte». Sea alegría, rabia, euforia, tristeza, esperanza o muchas otras, el arte sin emociones no existe, pudiendo ser mil cosas, pero arte, no.

Sin ánimo de ofender a nadie, posiblemente nuestra sociedad, aún no esté preparada para asimilar que, el arte contemporáneo, es el arte de la época histórica en la que estamos, llena de grandes artistas, y de grandes obras, sin embargo, la visión actual del arte, se ha descontextualizado, y su relevancia se ha usado para engañar a la vista, con unos bailes muy vistosos y exóticos que la han desvirtuado, creando movimientos artísticos banales y, sin fundamento.

Y es que, el hecho de poner un precio elevado a algo que no entendemos, puede ser un arma de doble filo. Por un lado, la expectación y la emoción de tener algo único, y por otro lado la decepción y tristeza de encontrarse delante de, simplemente basura. Por eso, actualmente, la sociedad de consumo, ha traspasado la frontera de ofrecer «x» producto, como la sensación que supuestamente pueda provocar, con, al fin y al cabo, la misma finalidad. Llegar al consumidor, y venderle el producto, implosionándole, con una cascada de emociones falsas, porque no existe ciencia capaz de saber, qué reacción emocional exacta puede estar sintiendo una persona, en un momento dado, y como puede manipularla internamente, cara a la toma de decisiones.

Acaso, ¿alguien puede indicar u obligar a que algo nos emocione? Faltaría más!! Nuestra libertad de pensamiento, va mucho más allá, de las tendencias, o los lubricados anuncios que quieren hacer tragar algunos medios. Y aunque, es muy importante la libertad publicitaria, nuestra «obligación» (lo digo con cariño) como seres humanos es evolucionar, y crecer intelectualmente, para saber diferenciar que, los medios son herramientas que nos ayudan mucho, para un contacto global, en beneficio mutuo (no hablemos de globalización) y no, como arma de destrucción masiva.

Por eso, en la era digital, en la que estamos inmersos, las emociones surgen más fácilmente, por mayor cantidad de información comunicativa, y menor contacto personal, (necesitamos vernos, hablarnos, mirarnos, tocarnos,) pero debemos ser los dueños de nuestras reacciones, y sí, compartámoslas, contagiemos al mundo de buenas sensaciones, porque aún sin recibir nada a cambio, es maravilloso poder hacer que los demás sean igual o más felices que uno mismo.

2. Metamorfosis

Dentro de toda esta maraña, y como parte afectada en cuestión relativa a la música, ha sucedido algo parecido. Pero pongámonos en precedentes. La música siempre ha sido, valga la redundancia, un instrumento de unificación de una sociedad. Si estudiamos la repercusión que han tenido los sonidos a través de la historia, desde el inicio de la humanidad, vemos claramente que siempre ha tenido un significado, y ha contenido un mensaje tras de sí, dentro de su contexto. Con el tiempo, la evolución sonora y la invención de objetos que, al interactuar con ellos emitían un sonido, ha servido para otorgar la identidad sonora recibida por el oído humano-animal, hasta llamarlo «música».

Toda esta evolución nos lleva a la época actual, en la que no solo existen los mismos instrumentos de siempre, sino que se han creado otros nuevos, con otros medios, concretamente los más recientes que necesiten alimentación y que la usen para emitir un sonido. Hablo de la electricidad. No solo hace posible que un dispositivo funcione, sino que usa la propia onda electromagnética como sonido, y el mayor logro ha sido poder modularla y modelarla como una escultura etérea, cual escultor con el barro, la madera o la piedra.

Al igual que los instrumentos clásicos, los electrónicos son ya inherentes al ser humano, porque son parte de la evolución, y si bien están presentes en la mayoría de las músicas actuales, se le ha tomado, en muchos casos, como la varita mágica para fabricar dinero fácil.

Y es que no hay dos sin tres, y, al igual que el arte, una vez sembrada la polémica, las masas acuden como moscas al estiércol, y todos desean poseer objetos caros y músicas que provoquen controversia, por creer falsamente que eso va a otorgar poder y valor. Y en realidad el valor que otorga está muy lejos del humano, más bien se crea una especie de holograma en el que se muestra lo que uno quiere, en vez de lo que uno es. De ahí se crean falsos mitos, incluso falsos dioses, a los que existe una necesidad imperiosa de seguir, por miedo a caer en el vacío existencial, cuando en realidad ya se está en él.

Como ya dije anteriormente, la calidad de un objeto no corresponde al valor o precio por el que se vende, sino por la capacidad que tiene de transmitir sensaciones y emociones. Al igual que una obra pictórica, teatral, o visual, la música tiene un valor extra que es la propia voz de las personas. Voz que con cierta capacidad se puede modular y combinar con instrumentos para crear «canciones» donde se puede expresar de una forma más figurativa un mensaje que se quiera transmitir.

Como consecuencia, es muy fácil adivinar, que, al igual que las anteriores sociedades, la música refleja el estado presente, actual, y todo ello sumado a la facilidad de poder representarlo, se ha llegado a desvirtuar también como medio de expresión artística, por una sencilla fórmula, y creo que el mayor error que cometemos las personas que es equiparar cosas de muy distinto valor en uno mismo.

Pongamos como ejemplo una orquesta sinfónica, con sus más de cien integrantes, donde cada miembro tiene una función específica, y una ubicación clave, donde el conjunto de todos crea una atmósfera sonora única e irrepetible, junto con otros factores como son la acústica del espacio, y la resonancia, y que hoy en día es perfectamente representable por un solo productor musical en su estudio.

Por eso inmediatamente al contemplar la posibilidad de poder hacerlo una sola persona, automáticamente pierde parte de su valor, incluso se le denigra, pero es imposible comparar ambas cosas. Y digo imposible porque jamás se puede sentir lo mismo escuchando una emulación de sonidos que escuchar una obra en directo, sintiendo las vibraciones en el cuerpo, y como las resonancias hacen bailar a nuestros oídos.

A todo esto, se le suma un factor clave, que es la vista, porque además estamos viendo a los músicos como interpretan sus partituras, y como sienten en su cuerpo el movimiento que crean las notas, acordes, y secuencias, por lo que las emociones se multiplican si cabe aún más.

Y esto precisamente nos pasa cuando escuchamos piezas de calidad actuales, dentro de la música electrónica, que ciertos sonidos son nuevos para nuestro cerebro y nos suscita su atención.

Ahora bien, nos enfrentamos al mayor reflejo de explosión piramidal inversa. Cada vez es más fácil que un solo productor componga y realice una canción, por lo que nacen nuevos productores, y además cada vez hay más plataformas digitales donde se puede distribuir dicha música, lo que lleva a una cantidad ingente de artistas y obras, por lo que resulta muy difícil conocerlos a todos, y por ello vuelve a perder valor.

La música electrónica es muy joven, y aunque avanza rápido, aún está en pleno desarrollo, pero precisamente por su juventud, y por descubrir sonidos nuevos, nos resulta tan atractiva a los que la conocemos, porque no solo la estamos interpretando, sino que la estamos modificando y madurando para convertirla en un producto de calidad, gracias a la evolución tecnológica.

Por eso todos aquellos grandes referentes de esta música «contemporánea», más allá de su imagen, y de la industria del sector, están luchando por transmitir unos valores de calidad que haga posible la reunificación de las personas en sociedades anestesiadas por todos aquellos factores que, en vez de aportar, sustraen, y en vez de sumar, restan, humanidad.

Vicente Panach

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